Finalmente pasó.
Hoy nos despertamos al mediodía. Y casi lo primero que dije fue: qué loco, todo parece igual, pero todo es distinto; lo que pasó no nos cambia nada, pero cambia todo. Y no fuimos meras observadora, fuimos parte activa del cambio. Lo vivimos y, también lo hicimos. Para algunas, fueron años de poner el cuerpo. Para otras, la mejor entrada que podían hacer al activismo. Y estoy emocionada. Hoy, mucho más que ayer. Pero no sólo por la ley sino porque esas 12 horas de espera, de ansiedad, de broncas y de entusiasmos, las viví acompañada por personas que quiero mucho -y en una plaza-: no en el sillón de mi casa ni sola en una mesa de bar. No las pasé con gente que tiene miedo, sino con gente valiosa y valiente, que lleva carteles y que se saca fotos. Las pasé con compañeras de muchas emociones, con mujeres que no tiene miedo. Pero más que nada, estoy feliz porque ese momento que no voy a olvidar nunca, lo pasé con amigas. Algunas más nuevas, otras más viejas. Pero todas amigas a las que quiero mucho. Las abrazo de nuevo fuerte.
Esto fue sólo una batalla.
Seguimos en la lucha.
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